Sucedió que tenía ganas de escribir una historia de horror.
Pero, no tenía una trama en si para constituirla, sólo una colección mental de escenas espantosas, algunas tan aberrantes, que ni siquiera tenían una lógica comun. Así, sin saber bien como hilarlas entre si, para que formaran un desarrollo, me puse simplemente a listarlas en un papel, sin más orden que la cronología de su aparición en mi cabeza.
No quiero adjudicarme el crédito de todas, digo. Algunas son producto de ver otras cosas, desde alguna descripción en algún texto que murio de hambre en los libreros de una tienda de viejo. Hasta trozos de algun comercial referente a la quinta parte de alguna franquicia cinematográfica. Solamente que les heche salsa, las cocine y pues intente que cuadraran en mi definición de lo horrible.
A medida que la lista iba creciendo, me pareció que adquiría la forma de un cienpies gigante que terminaría por atacarme, inmediatamente después de que dejara de escribir. Y me dio un poco de miedo, por que mi colección de escenas escalofriantes, empezaba poco a poco a ser demasiado larga. ¿Qué tantas cosas abyectas puede guardar una cabeza?. ¿Serán tantas o más que los recuerdo preciosos?
Pero la tiránica regla, que dice que aquello que una vez miras, no pudes nunca más "desverlo" resonó en mi cabeza con la cadencia de un conjunro irrompible. Es realmente entender que un listado de las cosas que nos marcaron en espanto, es también un recuento de todas las heridas que sufrió nuestra inocencia. Si fuera piel, esa lista sería un mapa de cicatrices.
Quizás algunas rojas aun, esperando abrirse de nuevo, ante un sobresalto.
Pero mi lista no es más larga que otras. Hay quienes perdieron hasta el último centimetro de inocencia, y son descarnados que marchán con musculos cenizos y podridos, pegados la osamenta. Y es que, nada ya queda que les de espanto. Nada existe, en este mundo que pueda frenar el corazón y que una gota de sudor frio se resbale por la espalda.
Por que ya no tienen espalda, solo vertebras salientes, como la espina dorsal de un pez carcomido.
Esos fueron devorados por sus propias colecciones de escenas horribles. Algunas, que vivieron a flor de piel. No queda nada, ni la más mínima capacidad de sobresalto, y así entienden el mundo en otros colores.
Por eso, al terminar la lista la destruire. Se que no me librare de esas visiones que me atormentan en las pesadillas. Pero será un modo simbólico de controlarlas. En un papel, estan indefensas. Dentro, es donde realmente pueden hacer daño.
Pero a medida que pasan los minutos, la lista ya es demasiado larga y aun no me he atrevido a nombrar la escena más espantosa que he visto. Esa que con solo imaginar el mero contexto ya me ha erizado la piel. Todos tenemos una así, sea que la hayamos vivido, o que la vimos en algun cartel pegado en la pared.
La mía, es tan voraz para la sensibilidad que se, que cuando la escriba. Formará la cabeza de este cienpies, que es esta lista. Una cabeza grande sin ojos, con largas antenas como tentáculos y dos feroces mandibulas dentadas en forma de pinzas.
Ahora la escribire, y en cuanto teclee la última palabra tendre que enfrentarme a lo que he creado.
No se que pase después, pero tengo un encendedor y la estufa lista.
Para escribir horror debe uno poder horrorizarse.
Para escribir, debe uno simplemente
dejarse morder por sus palabras.
tengan cuidado con sus letras.
JP
Monday, March 14, 2011
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