Todos los cuentos de monstruos comienzan igual.
Con un castillo abandonado y un relato de desamor.
Este no es diferente, aunque prefiero contarlo a mi manera.
Había oído relatos de Kronen antes de ser policía. En los días donde sacar para la torta era básicamente era amedrentar deudores para algún fulano pesado. Pero nadie los creía, eran historias de bar esquinero. De esas que escuchas a cambio de regalar el sobrante de las cervezas al apestoso local.
Del otro lado del sistema. Cuando las mentiras se acumulan en los reportes de tu escritorio, algunas de esas historias regresan en forma de casos sin resolver. Recuerdo bien el primero de muchos que llegó a mis manos, sobre este personaje.
Era el caso Weiss
Una taberna elegante en el barrio judio. 3 gorilas, uno de ellos un bruto prusiano mojado en vinagre que vino escapando de algunos homicidios. Se suponía que debían cuidar a un tipo. Un estirado.
Alguien importante, que tenía deseos de carne kosher para la cena y no quería inconvenientes. El lugar cerró sólo para atenderlos y afuera se quedo otro. Un ruso enorme que apestaba a arenque salado, con una automática que nunca había visto.
Aquí es donde prefiero contar como lo viví
Yo llegue primero por que el precinto estaba muy cerca y tengo un ford del 26.
No estoy seguro de lo que vi.
Adentro un hombre sentado en una de las mesas. Con su mano sostenía una bolsa con hielo que hundía en su frente. Una gran cortada sangraba y manchaba todo, desde los hombros hasta la mesa. Se había servido una copa de tinto y estaba mirándome. No estoy seguro de por que me quede helado; no era por que el lugar estaba revuelto, ni por que no toda la sangre era suya. El mantel blanco estaba rojo.
A lo mejor fue por ojos tan abiertos, que parecía haber nacido sin párpados. Con ojeras rojizas, que daban la idea de un insomnio que puede hacerte sangrar. Me sonrió o algo parecido, y yo pensé en algo similar a un payaso de circo, pero al contrario.
No hice nada, me quede mudo.
El tipo se levanto, soltó un puñado de monedas y pago su bebida. Camino hacia mi y me dijo:
-Creo que necesito puntadas- luego se fue. Ahí me di cuenta, que tenía la pistola en la mano y le estuve apuntando. Pero nada se movió en mi, fue como escaparse de la realidad un momento.
Los 4 tipos estaban en el baño. Me da asco recordarlo.
He visto muchas cosas en el trabajo. He visto los rostros de putas muertas, con varios navajazos hasta desprender los labios. Cadáveres en el río, que vienen atorándose en las cloacas del muelle.
Pero cuando llego el forense a tomar fotos; no tuve deseos de regresar ahí. Se de buena fuente que tuvieron muchos problemas en limpiar, tuvieron que llamar a alguien.
Nunca había visto algo así.
En el suelo encontré la automática del ruso. Me la iba a quedar, pero forzosamente tenía que ir a parar a Evidencias. Aunque, de cerca puedo decirles, que nunca la disparo.
Fue difícil para la morgue, establecer quien era quién.
Y pues mentí y mentí a lo descarado. Le dije a todos que cuando había llegado ya no había nadie. A lo mejor por miedo a que tacharan de cobarde y lo era. Pero no se, es algo más que eso, les contare que después tuve que responderle a otra persona.
Pues siempre ha habido un jefe. No de la jefatura, sino de la calle. En mi barrio fue un compatriota polaco que llamábamos Mr. Rosenstock para quién trabaje muchos años. Pero ahora el hombre fuerte era un enjuto Siciliano llamado Dom Fiero. Mucha de nuestra paga venía de él y sabía que pronto tenía que darle una explicación, y pues eso me costaría al menos un dedo de la mano. Resulta que el imbécil estirado que estaba cenando esa noche, era su sobrino.
Bueno, este fue el tipo que se escondió en el baño. Y no quiero hablar de eso.
Dado que yo fui el primero en llegar, tenía a toda su familia con mucha curiosidad. Me había preparado para mentir aun más, pero tenía tantas ganas de contarle a alguien. Igual esta era la última persona para ello, pero no se, simplemente las palabras salieron.
El viejo Dom Fiero me miraba serio, pero no estaba enojado, ni siquiera levemente incomodado. Estaba chupando nervioso una pipa. Luego se acercó y vi que estaba realmente triste, como casi a punto de llorar. Pero no por su sobrino.
Me dijo: -¿Por qué no le disparaste?- y me pidió que me fuera.
Espere por días la reprimenda. Soñaba que afuera de mi casa estaría un carro con dos tipos y un rifle browning, pero nada. Ni hubo represalias, ni siquiera amenazas por correo. Cuando me relaje un poco, comencé a soñar con salirme de la fuerza y dedicarme a investigar infidelidades para alguna ricachona cachonda y guapa. No habían pasado ni 3 meses del incidente.
Pero un domingo el viejo me hizo llegar un paquete de fotografías. Todas forenses por supuesto, asesinatos. Agradezco que no puedan lograr eso que dicen de las fotos con colores por que en blanco y negro, esto es la forma de mi penitencia. Y vaya que lo es, no es broma.
Era una boda en Italia, parientes del viejo Fiero, asumo.
La novia cubrió al novio, pero eso no evito que la bala los atravesara a los dos, había un tiro de gracia en el cuello de él y no fue falta de tino, se los aseguro. El cuchillo del pastel estaba ensartado en el pecho de un fulano grande a la izquierda. Posiblemente otro gorila a su servicio. Un gordo sentado del otro costado con un boquete. Lo que comió se había impreso en la paren de atrás con sangre y hueso y sobre sus piernas, su esposa con un agujero en la frente. Aun tenía la cuchara en la boca.
Luego, santa madre. Los sobrinos, los nietos y sus amigos. La mesa volteada no les ayudo.
No se si los carabineros tienen humor, pero lograron una buena toma del pastel con todos los casquillos bien alineados al rededor. Como figuritas de boda. Y yo no sabía que un mauser k-98 podía hacer tantas cosas. Por lo menos 2 peines y ningún fallo.
16 almas.
16 almas por algo que no hice. Pero que debí.
Ahora entiendo la expresión del anciano Dm Fiero. Es la misma que de un sacerdote pidiendo que reflexiones, que te des cuenta de la magnitud de lo que en ese momento no sabías que estabas haciendo. Ahora bien ¿Por qué no dispare?, no lo se.
Pero tiene que ver con que en un segundo vislumbras que pasaría si tus balas no lo matan. En ese segundo basta, y tus dedos toman la decisión de quedarse mudos. Lamento ese momento, lo lamento todas las noches, donde recuerdo su cara al cerrar mis ojos. El dormir viene luego, a veces.
¿Qué les digo? Soy policía y el viejo Dom lo sabía. Me obsesione. Empece a indagar, a buscar migajas. Poco a poco, pero resultaba más fácil encontrar al hijo de Lindberg. Así que tuve que regresar a esas historias, con las que comencé este relato. Las historias que se cuentan en las barras más desgastadas de algún ghetto perdido. Aquellas que ya había escuchado.
Le invite mil tragos a malolientes desgarbados. Pague, amenace a otros y tuve que romperle el brazo a una comadreja del barrio español. De este lado del mundo, el hombre de la taberna, era una sombra. Pero mi necesidad de saber, estaba lejos de saciarse.
Eso y algo de "ayuda" del viejo, me hicieron cruzar el océano. Tuve que pedir una extendida licencia que no se me negó. Así llegue a Norenti, la pequeña isla donde tuvo lugar esa fatídica boda. Pero más que lagrimas y dolor, no había nada. Nadie vio, nadie supo. Los que sobrevivieron se fueron, para no regresar. Las puertas y ventanas se cerraban a mi paso y sólo algunos jóvenes resentidos salían con garrotes y hoces para disuadirme de no preguntar.
Estaba a punto de regresarme, cuando a mi hotel en Palermo llegó otro paquete de fotos. Es interesante la sensación, como la curiosidad que da al leer un pasquin con historias negras, pero carentes de ficción. El horror y la fascinación son hermanos.
pero la culpa, esa viene siendo una pariente cercana que llega después.
Ahora un hotel, en Visegrad, Hungría.
Más familiares de Dom Fiero.
La escena no era mejor, ni mostraba clemencia por mis ojos.
Un travestido con una cola de caballo insertada en el ano se había quedado mordiendo la almohada. Una bayoneta larga había surgido por debajo del colchón y había salido por la espalda. No fue la única estocada. La hoja bajo y subió varias veces.
Su pareja había sido acribillado en el suelo, desde debajo de la cama. Asumo que al caer sobresaltado por la dolorosa sorpresa. Estaba vestido como un jockey. Un disparo le había hecho mierda el pecho y el segundo le vació una cuenca ocular. Esa bala debería estar todavía incrustada en la pared por el reguero que dejo en la nuca. Ahora bien, la cama tenía agujeros de bala por encima, así que alguien estuvo disparando al intruso debajo. Otro pobre bastardo, al servicio de la familia Fiero, encargado de la protección del pariente marica.
2 fotos más: Un hombre fuerte, de traje negro con la nariz arrancada a mordidas, por que se atrevió a mirar debajo de la cama, para ver si sus balas habían matado algo. No lo acabaron los dientes hambrientos, sino el atizador de la chimenea.
Sospecho que para entonces, nuestro personaje se había quedado sin balas.
La última foto. Un niño con el uniforme de botones que tuvo la imprudencia de abrir la puerta, ante las quejas de la gerencia por el escándalo. A ese simplemente le estrangularon manos más grandes que su cuello y luego al sentarlo cuidadosamente en el suelo, le dejo la propina en la mano.
4 almás más...
Y no estaba ni cerca de saber quién era este hombre. Si se le puede llamar así.
He conocido a muchos matones, algunos más horrendos que otros. De todos, imaginemos al que se para en medio y los demás se asustan, quien cuyas víctimas ya no se pueden contar y el sonido de sus botas basta para vaciar una cantina llena en sábado. Bueno, ese no sería este hombre. Nuestro amigo es el callado del fondo, que se queda al final cuando todos se salen y aguarda tranquilamente a que el bravucón cierre la puerta.
De cualquier otro matarife ya hubiera encontrado algo. Las cosas así no se olvidan, a menos que los involucrados quieran olvidarlas a toda costa.
Llegue Budapest para ir al hotel en Visegrad. Para entonces ya era un prisionero de mi propia búsqueda. Pero no fue necesario. El investigador asignado aceptó hablar conmigo sólo después de ahogarse en una botella de pálinka, de mi parte. No entendí casi nada, el poco alemán que ambos hablábamos nos dio apenas unas pautas de lo que queríamos saber. Curioso que ambos sentíamos un desprecio especial por ese lenguaje. Pero de ahí salió un nombre: Kronen y más rumores.
Les comparto esos rumores:
Durante la Gran guerra, un oficial prusiano, buscando refugiarse de la artillería rusa y con su unidad maltrecha consiguen llegar a un castillo en la frontera checa. Una fortaleza en ruinas, abandonada por un incendio hace ya décadas. Al explorar su interior vacío, descubren una pequeña habitación llena con pinturas al óleo. Algunas muy viejas. Pensando que algunas pudieran tener algún valor deciden tomarlas y las llevan al salón, donde duermen. A la mañana siguiente, sólo el oficial sale con vida. Malherido y sin un ojo corre por los parajes cercanos intentando escapar, hasta que una patrulla austro-húngara lo rescata.
Sólo menciona un nombre: Kronen
Nadie le cree por la fiebre, y es llevado a un hospital en Viena,
Días después muere acuchillado en su cama.
No hay más.
Y aquí estoy hoy.
Tome el tren a Praga y estoy en Brazov. Aquí es donde comienza la introducción de mi relato.
El castillo esta ante mi. Es más grande y más roído de lo que pensé. La hierba ha crecido tanto que que partes de sus muros parecen pedazos de monte. Es negro, posiblemente por estar quemado aunque eso ya no se nota, las arañas lo han redecorado bastante. No se que espero encontrar dentro, pero me he gastado todo lo que el viejo Dom Fiero me ha proporcionado. No ha respondido los telegramas ni he recibido correo desde hace un mes. La gran guerra dejo este lugar prácticamente incomunicado del mundo.
En América soy un representante de la ley, mi placa es como un amuleto contra el mal. Aquí soy simplemente un polaco perdido.
Este bien pudiera pasar por un lugar embrujado. Mi madre me contaba historias de cosas así, pero el vacío que se siente entre estas paredes me hace sentir que no hay nada. Un espectro sería algo, pero ningún fantasma habitaría en este lugar, es demasiado crudo. No creo en los espíritus, y al parecer el castillo tampoco cree en nada.
En la segunda planta al fondo, cerca de la torre principal esta un pequeño cuarto. Sumamente austero y huele a pinturas y químicos. Hay anaqueles llenos de pinturas, como el relato. Hay restos de latas y algunas botellas vacías acumuladas en el suelo. Algunas de las obras son tan polvosas que no distingo que muestran. No se nada de arte, pero la mayoría son abstractas, sin nada que conozca. Pero hay algo familiar.
Las dos más recientes están sobre caballetes. Una de ellas esta aun fresca.
Puedo ver de que tratan. Los mismos colores, los mismos detalles grotescos. Son las fotos que me han mandado. De algún modo, es lo mismo. No tienen caras, ni tienen los gestos con el rictus de la muerte. Pero de eso tratan los cuadros. Saco de mi mochila y veo al pequeño botones del hotel, esta plasmado aquí. tan sólo con colores y plastas.
Pero esa no es la más reciente.
Hay una más fresca. Se pueden ver los brochazos brillantes y pastosos.
Un ruido me sobresalta, algo se movió y volteó a un rincón desenfundando. Esta vez no cometeré el mismo error, esta vez enmendare lo que debí hacer. Traigo una colt cargada desde que desembarque, aguardando el momento.
Pero son sólo pichones intentando salir. Un alivio.
-Hay vino en la alacena- dice una voz ronca a mi costado. Mi mano se paraliza, otra vez.
Atrás están los ojos abiertos, observándome.
continuara...
Jean Paul Fiction