Friday, October 24, 2008

Ombelicum Igneae

A veces no existe más que una solitaria línea de texto en medio de un abismo blanco. Eso y nada más oponiéndose a circunstancias adversas que impiden que contemos esta historia.

-La cabeza de un Grifo, mi Dama- El caballero dejo el pesado cráneo sobre la alfombra y se inclino en reverencia. – Pase días cazándolo-

-No- dijo la muchacha simplemente

El caballero molesto, golpeó el suelo con su guante y se marcho pronunciando injurias en su lengua natal.

-El siguiente- ordeno el Guardia

Una caballera azulada con trenzas entrelazadas a peinetas hechas de coral pulido. – Era de una Reina Sirena, murió fuera del agua y me dio su peluca. Nada pude hacer por ella, se seco como una planta-

La muchacha hizo un gesto de asco y desaprobó con la cabeza.

-El Siguiente- la misma escena de protesta seguida de los guardias ordenando la salida del segundo pretendiente.

Afuera, había caballeros de todas las Órdenes posibles de la Tierra. Algunos contaban mediante las abolladuras en sus corazas, los arduos caminos que atravesaron para llegar aquí. Ansiosos, todas sus miradas esperaban a que las vaporosas cortinas se corrieran dejando ver más que las siluetas de sus deseos.

Pero uno a uno eran despedidos con la mirada baja y el peso de la frustración ceñido en sus espaldas. Nada parecía funcionar.

La doncella había sido secuestrada varias veces. Le habían hecho encantamientos, la habían abandonado en obscuros calabozos en aras de romper su voluntad y hay quien intento someterla a extremas torturas. Pero la fuerza del mito que le circulaba finalmente acabo siendo más que un sórdido rumor.

Si ella no accedía voluntariamente, terribles castigos le aguardaban a quien osara obligarla. Nadie había vuelto a saber de sus antiguos captores. Peores cosas que la muerte se comentaban.

Aun así, el deseo que imponía a los pretendientes era suficientemente fuerte como para seguir intentándolo, sólo que ahora, el último recurso consistía en ganarse su confianza mediante prodigios y regalos ostentosos. Pero los días se hacían semanas y los presentes temían que no existiera el modo de convencerla.

Un joven guardia entro limpiándose el sudor del medio día. Y al sentirse acogido bajo la protección del grueso toldo suspiro aliviado.

- Son todos por hoy, mi Dama-

- ¿Quedan muchos?, ¿les han ofrecido agua?- afuera el calor del Desierto ya empezaba a causar estragos en los peregrinos. Las armaduras empezaban a convertirse en hornos.

- Si mi dama.-

- ¿Por qué no se van?- la doncella bajo la vista- No voy a dárselos, ¿Por qué no lo entienden?
- Los hombres no entendemos razones- dijo el Joven Guardia

– Quizás sería mejor irnos a otro lugar, correr el rumor de que ha muerto, desaparecer, y así usted podría estar tranquila-

-¿Contigo?- el Joven guardia no contesto y se tendió en el suelo.
-No me contestaste- Los ojos negros se posaron de manera inquisitoria en el soldado, pero este ya se había quedado dormido sobre unos almohadones.

El día llego y la Doncella salió de la gran tienda. Los presentes aun dormían, pero pronto los rayos del Sol les hicieron abrir los ojos. Un estruendo de exclamaciones al verla caminar orgullosamente sobre la tarima del palco. Como toda una princesa, demandaba atención sin la necesidad de solicitarla.

Todos se incorporaron de sobresalto, algunos no lo creían. Otros se frotaron los parpados para descubrir si no era un espejismo a causa del clima. Ahí estaban los 1000 caballeros con ofrendas, desde alas de Dragón hasta el cofre del pirata más sangriento. Regalos, chantajes, toda maravilla escondida en los confines de la Tierra era mostrada públicamente para comprar a la doncella.

El murmullo se convirtió en una exigencia feroz. Todos demandaban el regalo por el cual habían pasado tantas penurias. Pronto el sonido empezó a tomar los matices de una multitud iracunda que vociferaba con rabia.

Los guardias salieron capitaneados por el joven de la noche anterior. Pero aunque eran valientes, no serían suficientes para contener a todos los caballeros. Sobra decir, que las espadas ya estaban meciéndose en sus manos. Ellos habían venido por un premio y no se irían sin el.
Llega un momento, donde ni siquiera el rumor más terrible hace sucumbir al deseo imperioso.

- Mi Dama, hay caballos listos atrás, monte uno y váyase lo más lejos posible. Mis hombres y yo los contendremos los suficiente-

-No- dijo la doncella. – Voy a hacerlo-
-¡No, no lo haga!-

La Muchacha se paro lo más erguida que pudo frente a todos, quienes ya gritaban su nombre golpeando el suelo con las lanzas. Pronto las voces al unísono se convirtieron en una petición unificada.

- Aquí tienen lo que buscan-


La Doncella corrió las agujetas de su blusa y mostró su vientre plano. Las voces callaron, poco a poco balanceo su cadera y estiro sus músculos posando sus manos sobre la cintura. Ahí en el centro, en medio de su piel ligeramente canelada el ombligo se asomo seductor y esclavizante para los ojos hambrientos de todos. Era como si cantara sin sonido, como si susurrara un hechizo imposible de ignorar, meciéndose al compás del resto de su cuerpo. Un viento tibio soplo del oeste y levanto cortinillas de arena blanca. La muchacha no paro el movimiento de su vientre y poco a poco comenzó a oscilar con mayor velocidad.

El viento tibio se fundió en un abrazo calido. El primer caballero cayo al suelo envuelto en sudor y despidiendo vapor de entre las comisuras de su armadura. Así en minutos, la deshidratación alcanzo a todos. El agua se evaporaba y sólo quedaba la sonrisa en medio de la piel resquebrajada. Cocidos por su propio deseo, los 1000 caballeros murieron abrazados ante la sensual radiación. Su ombligo era un proyector –aunque bello- de un efecto aniquilante.
Las llamas azuladas y los hierros al rojo vivo se perdieron entre las dunas arenosas y la doncella termino su baile.

- Ahora si nos iremos tu y yo- Dijo la doncella
- Pudiste prevenirlos- Mencionó con dureza el Joven Guardia.
- Los hombres no entienden razones, fue lo que me dijiste anoche- dijo ella volviéndose hacia el.

El Joven tomo un trozo de tela y cubrió su rostro, temiendo caer victima del potente efecto.

-No temas-
-Pero si temo, te deseo tanto como ellos. Si lo miro, moriré también-
-Tócalo entonces-


Una leyenda habla de la diosa con el ombligo de fuego. Otra habla de una doncella tímida y seria, que ocultaba su esencia dentro de si. Es mejor respetar el misterio de ambas, la devastación aguarda tras los secretos, si se libera el poder de una Diosa en toda mujer.
A menos claro, si ella decide otorgarlo.


FINNIS AFRICAE

JP

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