Monday, September 12, 2011

Las Crónicas del Cubil parte 1

Fui invitado.
Me hice amigo de alguien, que me presento a otra persona y consecuentemente acabe ese día en la casona, en medio de la enorme huerta boscosa con las luces de la ciudad anunciando su lejanía. Los primeros días de Febrero aun traían los vientos helados del invierno en turno.

El juego era famoso sin admitir su existencia.
Uno de los secretos a voces, que no se da más respuesta directa que una sonrisa traviesa. Vídeos en la web y toda la parafernalia que le aderezaba en su elegante estatus de leyenda urbana, haciéndolo irresistible a los ojos adolescentes.

Aunque realmente no era más que un pretexto, como existen miles en el imaginario juvenil, para soltar los libidos y alimentarse de experiencias extremas. La mesa principal rebosaba con botellas y así, los hechos y las memorias se lavarían en alcohol durante el amanecer.

Pero de la misma manera, parte del encanto residía en el celo de su admisión. Se podría especular muchisimo, pero la razón de recibir una invitación o no permanecía en el misterio. Y el elitismo de los aquí presentes manifestaba claramente que la razón no se compartiría.

En el paquete venía una máscara, las reglas obligaban usarla en toda circunstancia bajo la penalización de severos castigos. Descubrirse una vez dentro desencadenaba aun más amenazas de algo no claro, que dejaba más material a la imaginación para establecer oscuras fantasías.

No más grande que un antifaz, con el estilo que recordaba al carnaval de Venecia. El diseño asemejaba a un venado astado de facciones inocuas. Dejaba al descubierto la boca y la barbilla, el material combinado con piel, era suave y cómodo para usarlo por noches. Los ojos no estaban expuestos pues unas lentillas oscuras cubrían los agujeros oculares. Eso dificultaba enormemente el mirar durante la noche, pero asumí que era parte de mantener el anonimato.

A punto de colocármela note algo dentro.
Una etiqueta roja, donde improvisad amente decía:

"No eres venado, eres Lobo"

Sin asumir nada, simplemente siguiendo la corriente a toda la atmósfera que me confería la circunstancia me la ceñí al rostro. Inmediatamente note la sensación, casi chamánica que confiere el dejar tu indentidad dentro. Una mascara no necesariamente es una caja donde te escondes, contrariamente una máscara libera, deja salir aquello, que temes, marque tu persona con una huella indeleble.

De todo lo que cargamos con nosotros, de lo que esta ahí y lo sabemos. Pero no queremos mostrarlo al mundo.
Las Máscaras son llaves, no candados.

Nos reunimos en la sala, para las instrucciones.

Todos teníamos la misma faz del Venado, la diferencia de género se notaba en que las mujeres no tenían astas y nosotros si. Parecía una fiesta de pijamas con algún toque perverso, marcadamente sexual

No había más de quince personas, en su mayoría muchachas. La careta daba cobijo al pudor y mediante eso, sus cuerpos, bellisimos, se mostraban a través de ligeras prendas de dormir. Risas y libertinaje, terreno virgen para muchos ahí.
Entendí ahora el por que de la restringida admisión.

Un muchacho que portaba los cuernos más largos y una grisasea barba postiza, dictó las reglas; mencionó citas de rituales romanos, pero todo eso lo escuche si prestar atención. Embelesado por esbelta hermosura de las participantes. Era subyugante saber, que podías fijar tu mirada con libertad. Observar y devorar se hizo similar en instantes y surgieron opciones demasiado tentadoras.

Mas tentadora se hizo la covivencia, cuando descubrí que debíamos hacer.

Salimos a los jardines y campos circundantes. No se permitía ir más allá de los límites del huerto. Pero el terreno nocturno parecía tan interminable de por si, que esa opción parecía impensable.

Las mujeres corrieron primero, veloces. Sus movimientos enfatizaban el tema de sus máscaras. Ágiles como cervatillas se dispersaron en medio de los árboles y entre las hierbas. Nosotros aguardamos y salimos tras ellas.

Algunos cayeron tropezando, otros corrían con movimientos torpes. Escuche quejas acerca de lo oscuras que las lentillas eran. Que las mujeres no las portaban y entonces "atraparlas" era muy complicado.
Pero no en mi caso.

Yo podía ver la noche, en muchos tonos de grises, tan claro como si fuera de día. Me pregunte si tendría que ver con la etiqueta que encontré. Quizás mi máscara tenía más modificaciones que no conocía. Pero, igual pensé; era parte del juego.

La ventaja era enorme.
Me pregunte si los demás lo sabrían, pero claramente al transcurrir el rato y la frustración de mis compañeros, note lo contrario.

Podía correr, pero no era necesario. Era mejor esconderme, por alguna razón me sentí augusto en medio de los vientos y el sonido de mi respiración me tranquilizaba. Estaba emocionado, pero descubrí que fácilmente podía contener esa ímpetus y enfocarme.

Me oculte tras una piedra. Podía también oler, la humedad de la tierra, el aroma de algunas plantas y la madera. Pero había otro aroma, uno que se hacía más fuerte a medida que pasaban los minutos. Era como una combinación de ingredientes, que no podía indentificar. Era intoxicante y adictivo.

Lo seguí, camine casi a rastras entre los troncos y siempre ocultándome en donde pudiera. Muy atrás quedaban risas y otros sonidos.
El olor se mezcló con el sonido de alguien respirando, el vapor al exhalar, si fuera una especie de perfume, es el más extraño que jamás conocí.

Y ahí estaba ella.
Una de las muchachas.
Sola en el páramo, intentando ocultarse, pero sin rumbo.
Se había alejado demasiado, y no se atrevía a levantarse, agachada, a la espera. De algún modo podía saber eso solamente con percibir su aroma y sonidos.

No me notaba, por que su mente estaba en todos lados. Mirando en todas direcciones pero sin lograr ver nada.

El ruido de casi cualquier cosa la ponía más nerviosa y la intoxicante escencia se hacía más intensa. Demasiado para no dejarse envolver con ella. No recordaba ya las reglas del juego. Sólo me acerque a hurtadillas
y me lanze lo más rápido que pude.

Le tape la boca y sus ojos se abrieron al máximo.
Su corazón latió con tal fuerza, que nos hizo cimbrar a ambos.
Bajo mis manos, su cuerpo se movía freneticamente.
Su piel era demasiado suave.
Los gritos ahogados en sonidos pequeños que quedaban aprisionados por mi mano, eran tan disfrutables, por que tenían sabor. Ella intento morderme pero sus dientes no lastimaban. El dolor era vigorizante, alimentaba la presión que ejercía sobre ella

Como desee que mis dedos tuvieran bocas...
que mi lengua fuera más larga
y que mis dientes fueran agudos.

Ella yacía inconciente
Yo miraba el cielo, tendido sobre ella.
La memoria era fugaz, recordaba instantes de explorarla con voracidad, de sus ropas rasgandose. Pero nada más, no entiendo como fue que un hilito de sangre manaba de sus labios.
Ni por que su expresión dormida, ante la luna me parecía aun más excitante.

Tomé su máscara. Sus ojos cerrados completaban la estética que comenzó con su boca.
era hermosa, y así la deje
semidesunda y acostada en aquel páramo
y me fui, velóz como pude correr.

¿Esó era el Juego?, La duda me acoso unos segundos, pero la emoción de saber que aun quedaban más victimas enfoco mis pasos...

Ahí entendí, por que a pesar de la máscara. Yo no era un Venado.


continuara en el siguiente post...

Wednesday, August 24, 2011

Proyector

Si mi mente tuviera forma, sería un calamar gigante.

Mis pensamientos son tentáculos que se estiran en palabras e imagenes.
Tocan, enredan, acarician o aprisionan y se expanden a donde mi percepción alcanza.

Y tu vienes, cual barco solitario en medio de aguas perdidas. Esperando sentir el abrazo del Kraken que yace bajo tu interior.


Te preguntaste sobre lo que hacías aquí.
¿Qué idea te impulso a venir, a confiar y traspasar la puerta?
La duda evanescente que disminuye adentro y la sincronía de nuestros intereses que toma cadencia, como un baile.

La platica de entrada, temerosa con sus pasos hacia la traviesa sugerencia, pero sin perder de vista la salida. El admitir, sin admitir, que las ideas te envuelvan invocando en ti; los Dioses ignotos que no compartes. Que han surgido, día a día, pero que no son suficientes ante otros ojos.

La esperada respuesta, de que mañana esto será halo de fantasía, disolvente en tanto uno no vuelva la cabeza. Que lo que interesa es el ahora, la fracción donde el tiempo es un concepto, donde la mente danza con el resto, en una mezcla homogénea.

Tus dedos exploran, cuestionan. Tus ojos agujeran almas y así mismo revelan. Poco a poco, tus manos a tu espalda caen prisioneras de cuerdas. Y tus labios advierten y suplican. Dado que esta escena la has visto muchas veces, entintada de muchas maneras, tras los párpados y las cortinas de la vigilia.

Y hablamos de que sucedería si aconteciera la vulnerable desnudez de la inconsciencia. De como eso, liberaría los candados que guardan las puertas, de todas tus ciudades secretas.

Entonces reflexionamos sobre lo que es deseo, emoción y la terrible consecuencia del impulso. Pero tu mirada ya pronuncia los conjuros, evocando a mis pensamientos que ahora son apéndices y tu ombligo es la ofrenda, del sacrificio a Nuestra Curiosidad y a las ninfas de la experiencia.

Por que ella es nuestra Deidad sedienta.
Si no fuera así.
¿Que te trajo a este texto perdido a devorar letras?

Así sea.











Monday, August 15, 2011

del Deseo

Estaba yo en esa habitación
y estaba el Hambre.

Me miraba, me decía, me gritaba.
El hambre no habla en palabras, conversa en lenguajes que sólo se escuchan en la compañía interior. Abre y cierra la boca, desenrolla su larga lengua y señala.

El Hambre te dice lo que ya sabes
Necesita lo que buscas, lo niegas pero ella te lo recuerda.
Esa es su labor

Estaba la fotografía.
Con la estela de aromas emocionales, con las sensaciones emanando como vapor delicioso. Intento que no se preciban tanto, pero son tan evidentes.
Que el hambre ya los ha notado
y clama por ello

El hambre pide
Pero no debe ordenar nunca
Dejarla hacerlo es abrir el caos.

El Hambre llora
El Hambre sintiendo la carga de frustración, furiosamente muerde mi mano
y tengo que salir de ahí.

La vida es un sendero
todos somos peregrinos. Llevamos al hombro un envoltorio de memorias. Algunas las dejamos olvidadas en la rama de algun árbol seco.
Pero a mi lado
va el Hambre

Siempre ha estado ahí
Me asustaba de niño, con su boca y todos esos dientes
pero se hizo mi compañera
y le acepte.

Aprendi a educarle
a amaestrarle y acudir a mi llamado
pero el Hambre es el Hambre y no siempre respeta las correas
se sacude y suelta dentelladas

Lo salvaje es la honestidad de la naturaleza
el Hambre es la más sincera de las criaturas.

Y estas tu...

Y una palabra de tu boca, con la cadencia de tu ironía.
La enloquecen, y se estrella contra los barrotes de la jaula que fabrique

Luna llena te nombro
de mis mitologías
y el Hambre ahora quiere liberarse
correr y cazar...

Creo que debería aflojar la cadena un poco.


ETHAN









Monday, July 25, 2011

No estoy de acuerdo pero...

“Have you ever been in love? Horrible isn't it? It makes you so vulnerable. It opens your chest and it opens up your heart and it means that someone can get inside you and mess you up. You build up all these defenses, you build up a whole suit of armor, so that nothing can hurt you, then one stupid person, no different from any other stupid person, wanders into your stupid life...You give them a piece of you. They didn't ask for it. They did something dumb one day, like kiss you or smile at you, and then your life isn't your own anymore. Love takes hostages. It gets inside you. It eats you out and leaves you crying in the darkness, so simple a phrase like 'maybe we should be just friends' turns into a glass splinter working its way into your heart. It hurts. Not just in the imagination. Not just in the mind. It's a soul-hurt, a real gets-inside-you-and-rips-you-apart pain. I hate love.”

Neil Gaiman

PD: No se por que eso que describe el Maestro Gaiman me recuerda mucho al Alien "chestbuster"... tétrico no?

Monday, July 11, 2011

Film Baroque

Del techo pendían tarros de cerveza de distintos tipos, a manera de candelabros colgados por cadenas. Dentro una vela o un foco que iluminaba sólo lo justo para que las paredes de piedra conservaran ese sabor avejentado que tanto se disfruta.
La pizza suculenta, y los vapores emanados eran invitantes, tanto como todo el mesón en si. El aroma a ajo y pan horneado, junto con las risas y anecdotas entre la madera que crujía y la compañia al final de un gran día.
Pero como siempre me acontece, no probe, ni saboree. Sólamente percibí

Me levante y camine hacia los lavamanos.
Note que me mirabas desde la mesa, y eso resultaba confortante. Como saberse acompañado del pensamiento de alguién.

Pero no regrese a la mesa.
Cruce un arco enorme y entre en la bibloteca.
El color de la piedra paso a ser un ocre neutro, solenme y silencioso. El cristal de las ventanas empañado por la lluvia fuerte afuera y sólo unos destellos de colores, provenientes de un vitral en forma de sol, arriba.

Algo buscaba, libros tras libros
apilados en largas mesas, en alteros, sin orden ni propósito.
Montones de letras e ilustraciones bajo gruesas tapas, ahí a la dispocisión del que los tomara. Siempre me he preguntado como son facinantes todas esas imagenes, los textos más grandiosos y los coloridos dibujos, grabados en formas intrincadas y aun así, no retendre nada.
Pasara el punto, donde simplemente lo olvide y toda esa maravilla quede escondida en algun rincón polvoso de la memoria.

Pero ahora no era ese momento.
Así que busque, tire algunas torres de volumenes. Reconocí algunos títulos y los guarde en la bolsa de mi abrigo.
Hasta que tumbando algunos, llegué a ese.

Un libro de pastas duras, con relieves dorados que formaban tipografías. Lo abrí y me sobresalto el encontrarle.
Adentro, en una agujero excabado en medio delas páginas, se asomaba el rostro de una muñeca con dientes afilados. Sus orbitas azules se abrieron y me miraron con voracidad. Su cabello era fino y la piel de sus mejillas dejo de ser porcelana y se torno cálida y suave.
Asustado tire el libro y no me atrevi a levantarlo.

Tu llegaste, sin saber su contenido lo tomaste y me lo entregaste.

-No te dejes morder, no te dejes comer- me dijiste.

Sabía que debía dejarlo, debía olvidarlo en ese montón de textos viejos para que otro curioso lo encontrara. Pero no lo hice, cerre el broche que mantenía las pastas unidas y también, lo heche en la bolsa de mi abrigo.

-Vamonos- te dije

Salimos y caminamos por calles desiertas
Nos maravillaron los detalles de su arquitectura.
Grandes fachadas de iglesias coloniales, derruidas y mordidas por los años y el viento. Cascos de casas señoriales, con pórticos adornados de hierro. Entradas, arcos y nichos donde aun, la cara sonriente de algún querubin nos observaba agrietada.

Y el pueblo parecía sin fin.
Pero no nos cansabamos. Tomabamos fotografías con lá cámara, con los ojos y con la memoria. Pero yo sabía, que igual en la biblioteca, todo esto se extinguría, no lo retendría con detalle.
La majestuosidad se perdería en un instante, un segundo y sería sólo niebla.

Exaustos entramos por grandes portones con herrajes.
Nos recibió un hombre gordo, portando un sombrero y con un acento notadamente marcado.
Se torno amistoso y nos dio la bienvenida, habló del pueblo, de honores municipales y nos invitó a una comida.
Supongo que aceptamos, más por no desairar su entusiasmo.

Entramos a un patio empedrado, con una fuente gigantesca y varios andamios improvisados para evitar su caída. Remodelación, se nos mencionó.
A lo largo del patio, nos asomamos a varios cuartos, cada uno con su propia historia y secretos. Camastros olvidados, sillones rojos con dragones en los reclinatorios.

Se escucharon caballos y el cantar de un gallo monstruoso. Si es que eso fuera uno.

Entramos al comedor
Amplias mesas de madera negra, tratada.
Del mismo ébano, cristaleros empotrados en lo que parecían ser troncos de arboles secos que se levantaban hasta el techo abovedado.
Y un perchero por cada dos sillas.

El hombre del sombrero desaparecio dejandonos en compañia de la servidumbre
varias bandejas cubiertas y los manteles largos.
Hambre no tenía realmente, estaba absorto viendo la estancia.

A lo largo de las paredes, una serie de oleos enmarcados, retratando diversos rostros de niños ciñiendo coronas. De todos tipos, pequeños reyes pecosos, morenos con turbantes y esmeraldas, pálidas reinas de pelo negro con miradas hermosas y serias.
Empezamos a notar, que ninguno de ellos reía.
Por que los niños rien. De alguna manera, en ese momento eso no encajaba.

Reconocí un rostro.
Una niña reina de ojos azules feroces, una pequeña boca y cabellos ondulantes. Su corona era un zarzal de espinas oscuras con una rosa negra en el centro.
Meti la mano al bolso y saque aquel libro

Lo abri y con horror note.
Ahí, en pequeño estaba la misma carita, que abria la boca armada con colmillos. Había estando intentando roer las pastas por dentro, para salir y asomarse. Quizas darme una buena dentellada en las manos.

-Suelta eso, te dije. No te hace bien- mencionaste con cierta adevertencia.

Pero aun así no lo hice.
Sin embargo, debíamos salir.

Uno de los perecheros de ébano se movio. Con crujidos la madera camino pesadamente. Notamos que no era un mueble, sino un anciano delgado. Sus facciones demacradas estanban esculpidas con mucho detalle. Murmuraba cosas y estiro los brazos rigidos y casi esqueleticos para atraparnos.

Lo evadimos
Pero la vajilla de los cristaleros tintineo y al abrirse las puertas, de dentro más ancianos negros salieron, con pasos pesados y lentos. Pero eran demasiados. Los dedos se estiraban esculpidos y ferreos. Parecían momificados en madera.

Un hacha sería útil.
Corrimos y salimos de nuevo al patio. Pero ahora había todo un laberinto de pasillos.
Hicimos caso de algunos señalamientos de herrajes, con agelitos que se burlaban de los perdidos.
Pero sólo llegabamos a topar con muros de cantera y arcos tapiados con rocas.

No sabíamos si nos perseguían o no.
Sólo corriamos.

Pasamos por un corredor y vimos un cuarto con santas en ataudes de cristal, en otro una charola llena de corazones secos y espinas, uno más donde sobre una tarima, dos jovenes se disponían a luchar con cucharas gigantes y dentadas. En la esquina para doblar, donde una mano de hierro señalaba al este, escuchamos un aullido de dolor.

Ahi ante un muro ensangrentado, vimos que aquello que cantó previamente, no era un gallo. Sino un basilisco con cresta, que devoraba salvajemente a un perro.

Pero pasandolos, estaba finalmente la salida, los cerros en la lejanía y la vía de un tren. Pasamos cuidadosamente, conteniendo la respiración. Pero el basilisco estaban tan ocupado hundiendo su pico dentando en la carne, que ni se inmuto.

Corrimos y sentí como la pequeña reina aun roía el libro desgastado en mi bolsillo.
No la deje atras
no lo se.
quizas lo comprenderé después

Casí sin aliento llegamos a la vía y alcazamos al maquinista que estaba a punto de partir. Compramos los boletos ahí mismo.
Ya por la ventana, veíamos el pueblo alejarse y las coordilleras grises en la lejanía. El cielo azul con algunas nubes flotando
y valles que se confunden con el horizonte.

La lluvia nos encontró de nuevo
ante el cristal empañado saque el libro y abri las pastas
Mi pequeña reina estaba mirandome, murmuraba cosas y sonreía sugestiva. Esperaba quizas que pegara mi oido para escucharle. Pero seguramente me mordería la oreja.

-Debiste dejar eso allá. Insisto que un día te devorara vivo- dijiste con seriedad

No respondí, cerré el libro y te mire.

-Vaya cosas, ¿seguramente tendremos mucho para dibujar no?-
-No, todo esto se ira y lo sabes-
-¿Si?- y recorde entonces, que posiblemente, en unos momentos más
despertaría y olvidaría todo.

Pero desperte, no olvide y escribí.
No tengo el libro, pero se donde lo guarde.
Antes de despertar, te lo di.

Cuando me duerma hoy, soñando ire a buscarte. ¿Me pregunto si lo conservas?

Finis Africae

JP