Fui invitado.
Me hice amigo de alguien, que me presento a otra persona y consecuentemente acabe ese día en la casona, en medio de la enorme huerta boscosa con las luces de la ciudad anunciando su lejanía. Los primeros días de Febrero aun traían los vientos helados del invierno en turno.
El juego era famoso sin admitir su existencia.
Uno de los secretos a voces, que no se da más respuesta directa que una sonrisa traviesa. Vídeos en la web y toda la parafernalia que le aderezaba en su elegante estatus de leyenda urbana, haciéndolo irresistible a los ojos adolescentes.
Aunque realmente no era más que un pretexto, como existen miles en el imaginario juvenil, para soltar los libidos y alimentarse de experiencias extremas. La mesa principal rebosaba con botellas y así, los hechos y las memorias se lavarían en alcohol durante el amanecer.
Pero de la misma manera, parte del encanto residía en el celo de su admisión. Se podría especular muchisimo, pero la razón de recibir una invitación o no permanecía en el misterio. Y el elitismo de los aquí presentes manifestaba claramente que la razón no se compartiría.
En el paquete venía una máscara, las reglas obligaban usarla en toda circunstancia bajo la penalización de severos castigos. Descubrirse una vez dentro desencadenaba aun más amenazas de algo no claro, que dejaba más material a la imaginación para establecer oscuras fantasías.
No más grande que un antifaz, con el estilo que recordaba al carnaval de Venecia. El diseño asemejaba a un venado astado de facciones inocuas. Dejaba al descubierto la boca y la barbilla, el material combinado con piel, era suave y cómodo para usarlo por noches. Los ojos no estaban expuestos pues unas lentillas oscuras cubrían los agujeros oculares. Eso dificultaba enormemente el mirar durante la noche, pero asumí que era parte de mantener el anonimato.
A punto de colocármela note algo dentro.
Una etiqueta roja, donde improvisad amente decía:
"No eres venado, eres Lobo"
Sin asumir nada, simplemente siguiendo la corriente a toda la atmósfera que me confería la circunstancia me la ceñí al rostro. Inmediatamente note la sensación, casi chamánica que confiere el dejar tu indentidad dentro. Una mascara no necesariamente es una caja donde te escondes, contrariamente una máscara libera, deja salir aquello, que temes, marque tu persona con una huella indeleble.
De todo lo que cargamos con nosotros, de lo que esta ahí y lo sabemos. Pero no queremos mostrarlo al mundo.
Las Máscaras son llaves, no candados.
Nos reunimos en la sala, para las instrucciones.
Todos teníamos la misma faz del Venado, la diferencia de género se notaba en que las mujeres no tenían astas y nosotros si. Parecía una fiesta de pijamas con algún toque perverso, marcadamente sexual
No había más de quince personas, en su mayoría muchachas. La careta daba cobijo al pudor y mediante eso, sus cuerpos, bellisimos, se mostraban a través de ligeras prendas de dormir. Risas y libertinaje, terreno virgen para muchos ahí.
Entendí ahora el por que de la restringida admisión.
Un muchacho que portaba los cuernos más largos y una grisasea barba postiza, dictó las reglas; mencionó citas de rituales romanos, pero todo eso lo escuche si prestar atención. Embelesado por esbelta hermosura de las participantes. Era subyugante saber, que podías fijar tu mirada con libertad. Observar y devorar se hizo similar en instantes y surgieron opciones demasiado tentadoras.
Mas tentadora se hizo la covivencia, cuando descubrí que debíamos hacer.
Salimos a los jardines y campos circundantes. No se permitía ir más allá de los límites del huerto. Pero el terreno nocturno parecía tan interminable de por si, que esa opción parecía impensable.
Las mujeres corrieron primero, veloces. Sus movimientos enfatizaban el tema de sus máscaras. Ágiles como cervatillas se dispersaron en medio de los árboles y entre las hierbas. Nosotros aguardamos y salimos tras ellas.
Algunos cayeron tropezando, otros corrían con movimientos torpes. Escuche quejas acerca de lo oscuras que las lentillas eran. Que las mujeres no las portaban y entonces "atraparlas" era muy complicado.
Pero no en mi caso.
Yo podía ver la noche, en muchos tonos de grises, tan claro como si fuera de día. Me pregunte si tendría que ver con la etiqueta que encontré. Quizás mi máscara tenía más modificaciones que no conocía. Pero, igual pensé; era parte del juego.
La ventaja era enorme.
Me pregunte si los demás lo sabrían, pero claramente al transcurrir el rato y la frustración de mis compañeros, note lo contrario.
Podía correr, pero no era necesario. Era mejor esconderme, por alguna razón me sentí augusto en medio de los vientos y el sonido de mi respiración me tranquilizaba. Estaba emocionado, pero descubrí que fácilmente podía contener esa ímpetus y enfocarme.
Me oculte tras una piedra. Podía también oler, la humedad de la tierra, el aroma de algunas plantas y la madera. Pero había otro aroma, uno que se hacía más fuerte a medida que pasaban los minutos. Era como una combinación de ingredientes, que no podía indentificar. Era intoxicante y adictivo.
Lo seguí, camine casi a rastras entre los troncos y siempre ocultándome en donde pudiera. Muy atrás quedaban risas y otros sonidos.
El olor se mezcló con el sonido de alguien respirando, el vapor al exhalar, si fuera una especie de perfume, es el más extraño que jamás conocí.
Y ahí estaba ella.
Una de las muchachas.
Sola en el páramo, intentando ocultarse, pero sin rumbo.
Se había alejado demasiado, y no se atrevía a levantarse, agachada, a la espera. De algún modo podía saber eso solamente con percibir su aroma y sonidos.
No me notaba, por que su mente estaba en todos lados. Mirando en todas direcciones pero sin lograr ver nada.
El ruido de casi cualquier cosa la ponía más nerviosa y la intoxicante escencia se hacía más intensa. Demasiado para no dejarse envolver con ella. No recordaba ya las reglas del juego. Sólo me acerque a hurtadillas
y me lanze lo más rápido que pude.
Le tape la boca y sus ojos se abrieron al máximo.
Su corazón latió con tal fuerza, que nos hizo cimbrar a ambos.
Bajo mis manos, su cuerpo se movía freneticamente.
Su piel era demasiado suave.
Los gritos ahogados en sonidos pequeños que quedaban aprisionados por mi mano, eran tan disfrutables, por que tenían sabor. Ella intento morderme pero sus dientes no lastimaban. El dolor era vigorizante, alimentaba la presión que ejercía sobre ella
Como desee que mis dedos tuvieran bocas...
que mi lengua fuera más larga
y que mis dientes fueran agudos.
Ella yacía inconciente
Yo miraba el cielo, tendido sobre ella.
La memoria era fugaz, recordaba instantes de explorarla con voracidad, de sus ropas rasgandose. Pero nada más, no entiendo como fue que un hilito de sangre manaba de sus labios.
Ni por que su expresión dormida, ante la luna me parecía aun más excitante.
Tomé su máscara. Sus ojos cerrados completaban la estética que comenzó con su boca.
era hermosa, y así la deje
semidesunda y acostada en aquel páramo
y me fui, velóz como pude correr.
¿Esó era el Juego?, La duda me acoso unos segundos, pero la emoción de saber que aun quedaban más victimas enfoco mis pasos...
Ahí entendí, por que a pesar de la máscara. Yo no era un Venado.
continuara en el siguiente post...
Monday, September 12, 2011
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
3 comments:
Concuerdo con lo de las máscaras, yo las veo como puertas y ventanas abiertas y no cerradas.
Me recordó bastante a la ilustración de las máscaras, pues también es como un juego, es exitante y adictivo seleccionar que antifas usar y cual te debes de quitar cuando ya lleva algunas marcas que te puedan delatar. Una máscara de venado sin duda es más peligrosa que la del lobo...
Intrigada por ver como redactas la segunda parte, porque sin duda mejoró bastante, aunque me sigo imaginando las otras máscaras que me contaste.
que máscara elegiste hoy?
Estoy a punto de quitarme la del conejo.
Sigo con la del lobo.
Es un lobo amable, quizas caballero...pero lobo finalmente y pues me da hambre...
:P
Aunque creo que JC es la máscara, como tu me dijiste. Tonces, en este ratito no traigo esa.
Ahh tengo que relatar esa que me dejaste de tarea, de las máscaras fantasmas.
Después del conejo. Ya no habrá otra máscara?
Pues sera un deleite conversar contigo así. Me pondre la que uso siempre para ello?
Bueno
Me pondre la de JC de nuevo.
No vaya a ser que alguna cervatilla que timidamente se acercó a beber de un arroyito, se ponga nerviosa y se aleje entre la espesura...
En fin.
Te agradezco por leerme y por tus palabras Nan.
Jean Paul (sin máscara que lo tape)
Jean Paul no necesita máscaras, pa que le das mas llavess jajaja así esta bien, si asi ya da miedo jajajaja
Me quité la del conejo porque como en la ilu de las mascaras, el venado se empezaba a delatar con la sangre... aunque cualquiera habría creído que el venado era víctima, pero no se manchó con su sangre, ni se bebía la suya. Pues la del conejo también ya tiene algunas marcas que delatan, fin, demasiada info :3
Aún no se cuál será la próxima, tal vez necesite un respiro.
Post a Comment