Wednesday, September 21, 2011

Las Crónicas del Cubil parte 2

-Tenemos a un lobo entre nosotros-
dijo el joven cuya máscara tenía la cornamenta con más astas.
Sobre la alfombra de la sala, las dos chicas yacían aun inconscientes con las ropas desgarradas. De sus labios un pequeño hilo de sangre dejaba una linea del cuello hasta el pecho. Aun así, me seguían pareciendo hermosas.

Hubo gritos angustia y adrenalina mezclandose con la luz amarilla de los candiles.
Luego la incertidumbre y desiciones. Más tarde ambas mujeres dormían tranquilamente en una habitación cerrada, pues sea como fuese habían perdido sus máscaras y no tenían más derecho de estar ahí. Su destino ante los demás participantes era incierto. El juego no había cambiado, sólo de velaba una fase que no había mostrado antes.

Pero no me sentía amenazado. Había un cántico interior compuesto por deseo y curiosidad mórbida. Interpretar mi papel, era tan natural de manera inquietante, como si previamente hubiese leído un libreto. Pero aún así, tan nuevo como fascinante.
Sólo deseaba salir de nuevo a la cacería, a sentir el aire nocturno y deleitarme con los aromas del monte.

Pero debía permanecer ahí. Yo suponía sin conocer, que esta circunstancia no era la primera, y que hasta cierta medida era esperada, que solamente era un siguiente nivel de la experiencia completa. El joven con las cornamenta más larga abrió una gran caja de madera, de ahí tomo unos pesados bastones de roble con salientes nudosas.

Dividiendonos en equipos de tres personas nos otorgaron los maderos. Se nos pidió que desconfiar de todos, que buscáramos por algo extraño o diferente y que por ningún motivo nos separásemos afuera. Reí para mis adentros, ante la ironía de buscar cosas "raras" en un grupo de gente enmascarada. No sabía el por que, sólo lo que debía hacer.

Una mujer que mostraba unos vengativos ojos claros a través de su careta, enarbolaba el madero en el aire profiriendo amenazas contra el lobo. Otro se le acercó diciendo que ella bien podía ser el mismo. Alguien habló de lo taimado que suelen ser los lobos y que podría estar planeando algo dentro de la casa. Algunos más rieron, con botellas en mano, aludiendo que el lobo podía estar ya lejos de ahí, ante la perspectiva de ser molido a palos.

Una voz a mis espaldas, hizo incapie en el número de participantes, insistiendo que debíamos hacer un conteo para ver si faltaba o sobraba alguien. Pero nadie parecía saber exactamente con cuanta gente habíamos comenzado. Pienso que esa incertidumbre era a propósito como muchas otras cosas.

Reunidos alrededor del gran comedor y refugiados en la seguridad que ofrecían los muros de la casa, los demás empezaron a perderse en los placeres que brindaba la comida y la bebida. Y así, con esa falsa confianza, puesto que yo seguía ahí entre ellos; se abandonaron al desenfreno. Cobijados sus rostros y sin más que perder, que su compostura la noche se lleno de risas.

El vino hizo su conjuro y poco a poco las verdades salieron. Si el espíritu del licor de vela los secretos del alma, la máscara es inclusive un solvente aun más poderoso, dejando sentimientos en piel viva. La semidesnudez con voluptousidad apareció entre la música y entregarse a ella era sencillo. Pero también los llantos y las injurias.

La escena para mi fue clara. No era distinta de afuera, era solamente otro terreno de caza. Las presas estaban ahí, en completo como la manada frágil que eran. Solamente eso.

Observandolos note que en la alfombra quedaba un trozo de las ropas rasgadas de las chicas inconscientes. Discretamente lo corte en tiras y las guarde. A medida que las horas pasaban la sobriedad se evaporó en los demás. Procure tirar mis copas en una maceta cercana y simplemente actuar acorde. De esa misma maceta tome un puñado de tierra húmeda y aguarde a que alguien se levantara al baño -que se encontrara afuera de la vieja casona-

Seguí al venado incauto, y fue sencillo por que se tambaleaba a medida que buscaba la entrada, el aire nocturno me daba energía y mi corazón nuevamente latía. El pobre ciervo no podía ni con su alma, así que no pudo notar cuando le unte la tierra en su camisa y le metí el trozo de tela en el bolsillo. Fui rápido, pero mis dedos muy torpes. Sin embargo el alcohol había hecho su parte y la víctima ni siquiera me notó.

Los rumores son como una infección viral, todo lo que se necesita es un medio para propagarse y lo que empieza como un pequeño dicho, se convierte en llamarada ante los temerosos.
Mencione a un grupo que me pareció extraño que aquel personaje saliera al baño tan arriesgadamente y que se lavara las manos con prisa. Nuevamente, mi aliado el vino hizo lo siguiente. En pocos minutos la primera acusación salió. Alguien más la respondió y después teníamos a dos venados dándose corneadas.

El joven de los grandes cuernos los separó. Pero no sin antes pedirles que vaciaran sus bolsillos. El pobre acusado, mostró su evidencia culpatoria atónito. Negó y negó estando pálido, pero los maderos cortaron el aire y se estrellaron en su frente. Luego en el suelo, los bastones encontraron sus costillas y en posición fetal el pobre ciervo chilló de dolor.

-Así que tu eras el lobo- le espetaban.
Hubo golpes torpes sin puntería a causa de la misma ebriedad.

En eso, ante una damisela con su máscara blanca con manchas sepias, procure con palabras de cautela, expresar que tal vez alguien le había puesto la evidencia, tomando en cuenta de que estaba muy borracho. Quizá no fue el. Otra mujer de orejas oscuras en su careta me escuchó asintiendo.

Les dije a ambas que tal vez sería mejor permanecer juntos. Pero las mujeres actuaban un poco recelosas. Procure calmarlas con una plática ligera y preguntas personales cargadas de lisonja. Finalmente acción de beber, descidieron ir hacia el tocador insistiendo que otro venado con cuernos negros y yo les acompaña ramos.

Esperándolas afuera, ante los vientos espere la ocasión. No tardo en dármela un trozo de vidrio filoso junto a la puerta de los baños. Mi compañero venado estaba casi dormido, efecto también de la misma juerga. Así que no vio como me rasgue un poco la piel del brazo para que una linea sanguiolenta se asomara. Luego se sobresalto al oírme gritar:

-¡Tu eras el lobo!- y después un gran mandoble con mi bastón en su sien. Una de sus cuernos se fragmento. Antes de que pudiera emitir algo, azoté nuevamente mi arma contra su cráneo. El tipo cayó y tambaleándose sintió que la hierba era muy blanda.

Puse el segundo trozo de tela en su mano izquierda y en la derecha el vidrio afilado.

Las mujeres salieron a tumbos entre ellas. Lo único que vieron, fue al supuesto "lobo" inconsciente y a mí quejandome por la gravedad de mi "herida". Ante el vidrio que acusaba y el otro trozo de tela, para ellas fue claro.

Me urgieron que volviéramos a la casona. Para atenderme y avisar a los demás.
Pensé que todo estaba controlado y marchaba en la dirección que pretendía. Podían dudar del primer acusado, pero de este ya no habría dudas. Puesto que nadie imagina una tercera persona. Sin embargo una de las muchachas revisaba al inconsciente, uno de mis golpes le había levantado la máscara un poco.

-lo conozco- dijo -El no es el lobo, estaba conmigo cuando pasó lo de las chicas-
Mi plan ya no empezaba a encajar. Ambas me miraron ahora con des confianza.

Algo se despertó en mi, algo que anteriormente había estado despierto pero que no lo recordaba, como no se recuerda un sueño o un trance. Quizás se había alebrestado por los golpes que le dí al pobre venado. No lo se... Pero pienso que por esta vez, me habría gustado controlarle.

Me moví rápido y tome a una de ellas por el cuello, y antes de que la otra reaccionara la tome por la cintura y la levante. No se que pretendía esta entidad que actuaba a través de mi persona. No imaginaba que podría con dos personas al mismo tiempo. Pero así lo hacía, nuevamente el delicioso aroma del temor, tan invitante y tan intenso emanando de ambos corazones bombeando sorpresa y angustia. Cerré mis dedos en torno al cuello de una, sólo lo suficiente como para provocar el desmayo. ¿Cómo sabía esto? No me pregunten.

La otra se tambaleaba bajo mi brazo izquierdo. Iba a sofocarla en cuanto cayera la otra, pero sus dedos armados con uñas alcanzaron mi costado y esta vez, el dolor fue muy agudo como para disfrutarlo.
La tuve que soltar, la tome del pelo pero tan sólo arranque un mechó y ella corrió. Sus piernas desnudas le dieron una velocidad que no habría creído.

No podía alcanzarla, no con la otra víctima a mis pies.
Debía irme, rápido.
Se había caído la mascarada, ahora. La mía al menos.

Cargue a la chica y nuevamente la lucidez y velocidad llegaron. Me guié por el olfato, buscando la humedad y olores de un riachuelo más allá de una pequeño bosque de pinos jóvenes. Las coníferas que adornaban la alfombra de ramas secas, velludas y suaves. Mi presa no pesaba, no ante las descargas de adrenalina que me hacían moverme casi a nivel del suelo.
Atrás, en la lejanía podía escuchar a los demás. Con candiles, palos y ahora ladridos de perros. Asumo que otro nivel más del mismo juego.
Ahora la cacería sería inversa. Debía ir más lejos

Así que me aleje y camine, bebí agua del riachuelo y aprovechando mi visión nocturna. Me perdí en la espesura. Más allá encontré la alambrada de púas y los burdos maderos que formaban la frontera de la hacienda. Lo negro de la noche y las canciones de los grillos. Baladas de mis hazañas, así las sentía.

Olores, festín de ellos. Por todos lados, olores familiares, que venían de una cabaña a un lado de otro río, pero esta vez un cauce furioso. Río de voces muertas que cantaban y gemían con estruendo, en los tonos ocultos de la tiniebla nocturna. Arriba en el cielo dos estrellas y una nube formaban una sonrisa maliciosa.

El rió corría desbocado. En el sonido del agua moviendo me, escuche mi nombre varias veces. Invitaciones que volteara, pero no lo hice. No debía, aunque ignoraba el por que.
La cabaña no era más que un escondrijo roído de tablones y lámina. Azotado constantemente por los vientos que hacían un aullar al meterse bajo la apolillada puerta.

Dentro, coloque a mi presa sobre el suelo. Su inconsciencia duraría más.
Escuche voces y susurros. Pero pensé que eran mis propios pensamientos. Noté algo que me erizo un poco. A un lado estaban las máscaras de mis previas victos y ese aroma tan familar, no era otro que el mío.
Ya había estado ahí, en otros momentos. Pero no lo recordaba.
En ese instante el absurdo me impacto ya ahora yo sentí temor
Pero tenía hambre
hambre y deseo
tan hondos, agudos e insaciables.

y mi victima exhibía una sensualidad que mi boca no podía tolerar. A pesar del miedo y lo lúgubre de ese lugar.

Más al fondo de la cabaña
Una voz me llamo:

-Te esperabamos- Me hice hacía atras un poco con cautela. Había algo tremendamente familiar y cercano en el aroma que emanaban, inclusive sus sonidos eran conocidos.

Tres individuos salieron de la penumbra, portando máscaras de lobos. Hermosas y detalladas, con esa elegancia tan aristócratica que confieren las facciones lupinas. Dos mujeres y un hombre

-Dale una máscara a nuestro compañero- y por primera vez, desde que entre en el juego me despoje de mi falsa cara de venado. Para portar, ahora la faz original.

La máscara del lobo era aun más avanzada y magnifica que la anterior. No sólo tenía la misma facultad de ver en la oscuridad, sino que aparte me dotaba de una vitalidad que no podría describir. Igual seguía saboreando aromas, observando sonidos, probando el aire y alimentandome de lujuria.

No pregunte, no requería saber. Quizas lo sabía y no lo recordaba o quizas simplemente debía aceptarlo.
Compartí mi presa con ellos, la desnudamos completamente. Pusimos su máscara a un lado, con mis otros trofeos. Su rostro era bellisimo, más aun que las otras.
Nuestras lenguas la exploraron, nuestros dientes palparon su piel y si nuestras manos tuvieran fauces, entonces la devoramos con los dedos.

y ahí quedo inconciente con el hilito de sangre, producto de darle de beber de la herida que me había hecho, para acusar al venado de mis crimenes.
Quedo ahí tendida ante la luz de la luna que se filtraba por las rotas láminas del techo de esa cabaña.
Así la encontraron los desconcertados venados, preguntandose en donde estaría yo.
Pero sus perros y garrotes no me encontraron esa noche.

Lejos de ahí
corriamos, como en manada.
Sintiendo la noche, saboreando la velocidad y nuestros corazones latiendo. Saltando y llendo aun más rápido, sin cansarnos, sin dormir. Perdiendonos en la selva de hierba hacía el lugar de los lobos.

Pero una loba me miraba, y yo conocía esa mirada que desvestía los secretos.
quizas dentro de su máscara de loba, había una etiqueta roja que decía
"Tu no eres loba, eres venado"

y el juego continuaría...


PD: no me pregunten, se los cuento tal como supe de ello.

Monday, September 12, 2011

Las Crónicas del Cubil parte 1

Fui invitado.
Me hice amigo de alguien, que me presento a otra persona y consecuentemente acabe ese día en la casona, en medio de la enorme huerta boscosa con las luces de la ciudad anunciando su lejanía. Los primeros días de Febrero aun traían los vientos helados del invierno en turno.

El juego era famoso sin admitir su existencia.
Uno de los secretos a voces, que no se da más respuesta directa que una sonrisa traviesa. Vídeos en la web y toda la parafernalia que le aderezaba en su elegante estatus de leyenda urbana, haciéndolo irresistible a los ojos adolescentes.

Aunque realmente no era más que un pretexto, como existen miles en el imaginario juvenil, para soltar los libidos y alimentarse de experiencias extremas. La mesa principal rebosaba con botellas y así, los hechos y las memorias se lavarían en alcohol durante el amanecer.

Pero de la misma manera, parte del encanto residía en el celo de su admisión. Se podría especular muchisimo, pero la razón de recibir una invitación o no permanecía en el misterio. Y el elitismo de los aquí presentes manifestaba claramente que la razón no se compartiría.

En el paquete venía una máscara, las reglas obligaban usarla en toda circunstancia bajo la penalización de severos castigos. Descubrirse una vez dentro desencadenaba aun más amenazas de algo no claro, que dejaba más material a la imaginación para establecer oscuras fantasías.

No más grande que un antifaz, con el estilo que recordaba al carnaval de Venecia. El diseño asemejaba a un venado astado de facciones inocuas. Dejaba al descubierto la boca y la barbilla, el material combinado con piel, era suave y cómodo para usarlo por noches. Los ojos no estaban expuestos pues unas lentillas oscuras cubrían los agujeros oculares. Eso dificultaba enormemente el mirar durante la noche, pero asumí que era parte de mantener el anonimato.

A punto de colocármela note algo dentro.
Una etiqueta roja, donde improvisad amente decía:

"No eres venado, eres Lobo"

Sin asumir nada, simplemente siguiendo la corriente a toda la atmósfera que me confería la circunstancia me la ceñí al rostro. Inmediatamente note la sensación, casi chamánica que confiere el dejar tu indentidad dentro. Una mascara no necesariamente es una caja donde te escondes, contrariamente una máscara libera, deja salir aquello, que temes, marque tu persona con una huella indeleble.

De todo lo que cargamos con nosotros, de lo que esta ahí y lo sabemos. Pero no queremos mostrarlo al mundo.
Las Máscaras son llaves, no candados.

Nos reunimos en la sala, para las instrucciones.

Todos teníamos la misma faz del Venado, la diferencia de género se notaba en que las mujeres no tenían astas y nosotros si. Parecía una fiesta de pijamas con algún toque perverso, marcadamente sexual

No había más de quince personas, en su mayoría muchachas. La careta daba cobijo al pudor y mediante eso, sus cuerpos, bellisimos, se mostraban a través de ligeras prendas de dormir. Risas y libertinaje, terreno virgen para muchos ahí.
Entendí ahora el por que de la restringida admisión.

Un muchacho que portaba los cuernos más largos y una grisasea barba postiza, dictó las reglas; mencionó citas de rituales romanos, pero todo eso lo escuche si prestar atención. Embelesado por esbelta hermosura de las participantes. Era subyugante saber, que podías fijar tu mirada con libertad. Observar y devorar se hizo similar en instantes y surgieron opciones demasiado tentadoras.

Mas tentadora se hizo la covivencia, cuando descubrí que debíamos hacer.

Salimos a los jardines y campos circundantes. No se permitía ir más allá de los límites del huerto. Pero el terreno nocturno parecía tan interminable de por si, que esa opción parecía impensable.

Las mujeres corrieron primero, veloces. Sus movimientos enfatizaban el tema de sus máscaras. Ágiles como cervatillas se dispersaron en medio de los árboles y entre las hierbas. Nosotros aguardamos y salimos tras ellas.

Algunos cayeron tropezando, otros corrían con movimientos torpes. Escuche quejas acerca de lo oscuras que las lentillas eran. Que las mujeres no las portaban y entonces "atraparlas" era muy complicado.
Pero no en mi caso.

Yo podía ver la noche, en muchos tonos de grises, tan claro como si fuera de día. Me pregunte si tendría que ver con la etiqueta que encontré. Quizás mi máscara tenía más modificaciones que no conocía. Pero, igual pensé; era parte del juego.

La ventaja era enorme.
Me pregunte si los demás lo sabrían, pero claramente al transcurrir el rato y la frustración de mis compañeros, note lo contrario.

Podía correr, pero no era necesario. Era mejor esconderme, por alguna razón me sentí augusto en medio de los vientos y el sonido de mi respiración me tranquilizaba. Estaba emocionado, pero descubrí que fácilmente podía contener esa ímpetus y enfocarme.

Me oculte tras una piedra. Podía también oler, la humedad de la tierra, el aroma de algunas plantas y la madera. Pero había otro aroma, uno que se hacía más fuerte a medida que pasaban los minutos. Era como una combinación de ingredientes, que no podía indentificar. Era intoxicante y adictivo.

Lo seguí, camine casi a rastras entre los troncos y siempre ocultándome en donde pudiera. Muy atrás quedaban risas y otros sonidos.
El olor se mezcló con el sonido de alguien respirando, el vapor al exhalar, si fuera una especie de perfume, es el más extraño que jamás conocí.

Y ahí estaba ella.
Una de las muchachas.
Sola en el páramo, intentando ocultarse, pero sin rumbo.
Se había alejado demasiado, y no se atrevía a levantarse, agachada, a la espera. De algún modo podía saber eso solamente con percibir su aroma y sonidos.

No me notaba, por que su mente estaba en todos lados. Mirando en todas direcciones pero sin lograr ver nada.

El ruido de casi cualquier cosa la ponía más nerviosa y la intoxicante escencia se hacía más intensa. Demasiado para no dejarse envolver con ella. No recordaba ya las reglas del juego. Sólo me acerque a hurtadillas
y me lanze lo más rápido que pude.

Le tape la boca y sus ojos se abrieron al máximo.
Su corazón latió con tal fuerza, que nos hizo cimbrar a ambos.
Bajo mis manos, su cuerpo se movía freneticamente.
Su piel era demasiado suave.
Los gritos ahogados en sonidos pequeños que quedaban aprisionados por mi mano, eran tan disfrutables, por que tenían sabor. Ella intento morderme pero sus dientes no lastimaban. El dolor era vigorizante, alimentaba la presión que ejercía sobre ella

Como desee que mis dedos tuvieran bocas...
que mi lengua fuera más larga
y que mis dientes fueran agudos.

Ella yacía inconciente
Yo miraba el cielo, tendido sobre ella.
La memoria era fugaz, recordaba instantes de explorarla con voracidad, de sus ropas rasgandose. Pero nada más, no entiendo como fue que un hilito de sangre manaba de sus labios.
Ni por que su expresión dormida, ante la luna me parecía aun más excitante.

Tomé su máscara. Sus ojos cerrados completaban la estética que comenzó con su boca.
era hermosa, y así la deje
semidesunda y acostada en aquel páramo
y me fui, velóz como pude correr.

¿Esó era el Juego?, La duda me acoso unos segundos, pero la emoción de saber que aun quedaban más victimas enfoco mis pasos...

Ahí entendí, por que a pesar de la máscara. Yo no era un Venado.


continuara en el siguiente post...