“Have you ever been in love? Horrible isn't it? It makes you so vulnerable. It opens your chest and it opens up your heart and it means that someone can get inside you and mess you up. You build up all these defenses, you build up a whole suit of armor, so that nothing can hurt you, then one stupid person, no different from any other stupid person, wanders into your stupid life...You give them a piece of you. They didn't ask for it. They did something dumb one day, like kiss you or smile at you, and then your life isn't your own anymore. Love takes hostages. It gets inside you. It eats you out and leaves you crying in the darkness, so simple a phrase like 'maybe we should be just friends' turns into a glass splinter working its way into your heart. It hurts. Not just in the imagination. Not just in the mind. It's a soul-hurt, a real gets-inside-you-and-rips-you-apart pain. I hate love.”
Neil Gaiman
PD: No se por que eso que describe el Maestro Gaiman me recuerda mucho al Alien "chestbuster"... tétrico no?
Monday, July 25, 2011
Monday, July 11, 2011
Film Baroque
Del techo pendían tarros de cerveza de distintos tipos, a manera de candelabros colgados por cadenas. Dentro una vela o un foco que iluminaba sólo lo justo para que las paredes de piedra conservaran ese sabor avejentado que tanto se disfruta.
La pizza suculenta, y los vapores emanados eran invitantes, tanto como todo el mesón en si. El aroma a ajo y pan horneado, junto con las risas y anecdotas entre la madera que crujía y la compañia al final de un gran día.
Pero como siempre me acontece, no probe, ni saboree. Sólamente percibí
Me levante y camine hacia los lavamanos.
Note que me mirabas desde la mesa, y eso resultaba confortante. Como saberse acompañado del pensamiento de alguién.
Pero no regrese a la mesa.
Cruce un arco enorme y entre en la bibloteca.
El color de la piedra paso a ser un ocre neutro, solenme y silencioso. El cristal de las ventanas empañado por la lluvia fuerte afuera y sólo unos destellos de colores, provenientes de un vitral en forma de sol, arriba.
Algo buscaba, libros tras libros
apilados en largas mesas, en alteros, sin orden ni propósito.
Montones de letras e ilustraciones bajo gruesas tapas, ahí a la dispocisión del que los tomara. Siempre me he preguntado como son facinantes todas esas imagenes, los textos más grandiosos y los coloridos dibujos, grabados en formas intrincadas y aun así, no retendre nada.
Pasara el punto, donde simplemente lo olvide y toda esa maravilla quede escondida en algun rincón polvoso de la memoria.
Pero ahora no era ese momento.
Así que busque, tire algunas torres de volumenes. Reconocí algunos títulos y los guarde en la bolsa de mi abrigo.
Hasta que tumbando algunos, llegué a ese.
Un libro de pastas duras, con relieves dorados que formaban tipografías. Lo abrí y me sobresalto el encontrarle.
Adentro, en una agujero excabado en medio delas páginas, se asomaba el rostro de una muñeca con dientes afilados. Sus orbitas azules se abrieron y me miraron con voracidad. Su cabello era fino y la piel de sus mejillas dejo de ser porcelana y se torno cálida y suave.
Asustado tire el libro y no me atrevi a levantarlo.
Tu llegaste, sin saber su contenido lo tomaste y me lo entregaste.
-No te dejes morder, no te dejes comer- me dijiste.
Sabía que debía dejarlo, debía olvidarlo en ese montón de textos viejos para que otro curioso lo encontrara. Pero no lo hice, cerre el broche que mantenía las pastas unidas y también, lo heche en la bolsa de mi abrigo.
-Vamonos- te dije
Salimos y caminamos por calles desiertas
Nos maravillaron los detalles de su arquitectura.
Grandes fachadas de iglesias coloniales, derruidas y mordidas por los años y el viento. Cascos de casas señoriales, con pórticos adornados de hierro. Entradas, arcos y nichos donde aun, la cara sonriente de algún querubin nos observaba agrietada.
Y el pueblo parecía sin fin.
Pero no nos cansabamos. Tomabamos fotografías con lá cámara, con los ojos y con la memoria. Pero yo sabía, que igual en la biblioteca, todo esto se extinguría, no lo retendría con detalle.
La majestuosidad se perdería en un instante, un segundo y sería sólo niebla.
Exaustos entramos por grandes portones con herrajes.
Nos recibió un hombre gordo, portando un sombrero y con un acento notadamente marcado.
Se torno amistoso y nos dio la bienvenida, habló del pueblo, de honores municipales y nos invitó a una comida.
Supongo que aceptamos, más por no desairar su entusiasmo.
Entramos a un patio empedrado, con una fuente gigantesca y varios andamios improvisados para evitar su caída. Remodelación, se nos mencionó.
A lo largo del patio, nos asomamos a varios cuartos, cada uno con su propia historia y secretos. Camastros olvidados, sillones rojos con dragones en los reclinatorios.
Se escucharon caballos y el cantar de un gallo monstruoso. Si es que eso fuera uno.
Entramos al comedor
Amplias mesas de madera negra, tratada.
Del mismo ébano, cristaleros empotrados en lo que parecían ser troncos de arboles secos que se levantaban hasta el techo abovedado.
Y un perchero por cada dos sillas.
El hombre del sombrero desaparecio dejandonos en compañia de la servidumbre
varias bandejas cubiertas y los manteles largos.
Hambre no tenía realmente, estaba absorto viendo la estancia.
A lo largo de las paredes, una serie de oleos enmarcados, retratando diversos rostros de niños ciñiendo coronas. De todos tipos, pequeños reyes pecosos, morenos con turbantes y esmeraldas, pálidas reinas de pelo negro con miradas hermosas y serias.
Empezamos a notar, que ninguno de ellos reía.
Por que los niños rien. De alguna manera, en ese momento eso no encajaba.
Reconocí un rostro.
Una niña reina de ojos azules feroces, una pequeña boca y cabellos ondulantes. Su corona era un zarzal de espinas oscuras con una rosa negra en el centro.
Meti la mano al bolso y saque aquel libro
Lo abri y con horror note.
Ahí, en pequeño estaba la misma carita, que abria la boca armada con colmillos. Había estando intentando roer las pastas por dentro, para salir y asomarse. Quizas darme una buena dentellada en las manos.
-Suelta eso, te dije. No te hace bien- mencionaste con cierta adevertencia.
Pero aun así no lo hice.
Sin embargo, debíamos salir.
Uno de los perecheros de ébano se movio. Con crujidos la madera camino pesadamente. Notamos que no era un mueble, sino un anciano delgado. Sus facciones demacradas estanban esculpidas con mucho detalle. Murmuraba cosas y estiro los brazos rigidos y casi esqueleticos para atraparnos.
Lo evadimos
Pero la vajilla de los cristaleros tintineo y al abrirse las puertas, de dentro más ancianos negros salieron, con pasos pesados y lentos. Pero eran demasiados. Los dedos se estiraban esculpidos y ferreos. Parecían momificados en madera.
Un hacha sería útil.
Corrimos y salimos de nuevo al patio. Pero ahora había todo un laberinto de pasillos.
Hicimos caso de algunos señalamientos de herrajes, con agelitos que se burlaban de los perdidos.
Pero sólo llegabamos a topar con muros de cantera y arcos tapiados con rocas.
No sabíamos si nos perseguían o no.
Sólo corriamos.
Pasamos por un corredor y vimos un cuarto con santas en ataudes de cristal, en otro una charola llena de corazones secos y espinas, uno más donde sobre una tarima, dos jovenes se disponían a luchar con cucharas gigantes y dentadas. En la esquina para doblar, donde una mano de hierro señalaba al este, escuchamos un aullido de dolor.
Ahi ante un muro ensangrentado, vimos que aquello que cantó previamente, no era un gallo. Sino un basilisco con cresta, que devoraba salvajemente a un perro.
Pero pasandolos, estaba finalmente la salida, los cerros en la lejanía y la vía de un tren. Pasamos cuidadosamente, conteniendo la respiración. Pero el basilisco estaban tan ocupado hundiendo su pico dentando en la carne, que ni se inmuto.
Corrimos y sentí como la pequeña reina aun roía el libro desgastado en mi bolsillo.
No la deje atras
no lo se.
quizas lo comprenderé después
Casí sin aliento llegamos a la vía y alcazamos al maquinista que estaba a punto de partir. Compramos los boletos ahí mismo.
Ya por la ventana, veíamos el pueblo alejarse y las coordilleras grises en la lejanía. El cielo azul con algunas nubes flotando
y valles que se confunden con el horizonte.
La lluvia nos encontró de nuevo
ante el cristal empañado saque el libro y abri las pastas
Mi pequeña reina estaba mirandome, murmuraba cosas y sonreía sugestiva. Esperaba quizas que pegara mi oido para escucharle. Pero seguramente me mordería la oreja.
-Debiste dejar eso allá. Insisto que un día te devorara vivo- dijiste con seriedad
No respondí, cerré el libro y te mire.
-Vaya cosas, ¿seguramente tendremos mucho para dibujar no?-
-No, todo esto se ira y lo sabes-
-¿Si?- y recorde entonces, que posiblemente, en unos momentos más
despertaría y olvidaría todo.
Pero desperte, no olvide y escribí.
No tengo el libro, pero se donde lo guarde.
Antes de despertar, te lo di.
Cuando me duerma hoy, soñando ire a buscarte. ¿Me pregunto si lo conservas?
Finis Africae
JP
La pizza suculenta, y los vapores emanados eran invitantes, tanto como todo el mesón en si. El aroma a ajo y pan horneado, junto con las risas y anecdotas entre la madera que crujía y la compañia al final de un gran día.
Pero como siempre me acontece, no probe, ni saboree. Sólamente percibí
Me levante y camine hacia los lavamanos.
Note que me mirabas desde la mesa, y eso resultaba confortante. Como saberse acompañado del pensamiento de alguién.
Pero no regrese a la mesa.
Cruce un arco enorme y entre en la bibloteca.
El color de la piedra paso a ser un ocre neutro, solenme y silencioso. El cristal de las ventanas empañado por la lluvia fuerte afuera y sólo unos destellos de colores, provenientes de un vitral en forma de sol, arriba.
Algo buscaba, libros tras libros
apilados en largas mesas, en alteros, sin orden ni propósito.
Montones de letras e ilustraciones bajo gruesas tapas, ahí a la dispocisión del que los tomara. Siempre me he preguntado como son facinantes todas esas imagenes, los textos más grandiosos y los coloridos dibujos, grabados en formas intrincadas y aun así, no retendre nada.
Pasara el punto, donde simplemente lo olvide y toda esa maravilla quede escondida en algun rincón polvoso de la memoria.
Pero ahora no era ese momento.
Así que busque, tire algunas torres de volumenes. Reconocí algunos títulos y los guarde en la bolsa de mi abrigo.
Hasta que tumbando algunos, llegué a ese.
Un libro de pastas duras, con relieves dorados que formaban tipografías. Lo abrí y me sobresalto el encontrarle.
Adentro, en una agujero excabado en medio delas páginas, se asomaba el rostro de una muñeca con dientes afilados. Sus orbitas azules se abrieron y me miraron con voracidad. Su cabello era fino y la piel de sus mejillas dejo de ser porcelana y se torno cálida y suave.
Asustado tire el libro y no me atrevi a levantarlo.
Tu llegaste, sin saber su contenido lo tomaste y me lo entregaste.
-No te dejes morder, no te dejes comer- me dijiste.
Sabía que debía dejarlo, debía olvidarlo en ese montón de textos viejos para que otro curioso lo encontrara. Pero no lo hice, cerre el broche que mantenía las pastas unidas y también, lo heche en la bolsa de mi abrigo.
-Vamonos- te dije
Salimos y caminamos por calles desiertas
Nos maravillaron los detalles de su arquitectura.
Grandes fachadas de iglesias coloniales, derruidas y mordidas por los años y el viento. Cascos de casas señoriales, con pórticos adornados de hierro. Entradas, arcos y nichos donde aun, la cara sonriente de algún querubin nos observaba agrietada.
Y el pueblo parecía sin fin.
Pero no nos cansabamos. Tomabamos fotografías con lá cámara, con los ojos y con la memoria. Pero yo sabía, que igual en la biblioteca, todo esto se extinguría, no lo retendría con detalle.
La majestuosidad se perdería en un instante, un segundo y sería sólo niebla.
Exaustos entramos por grandes portones con herrajes.
Nos recibió un hombre gordo, portando un sombrero y con un acento notadamente marcado.
Se torno amistoso y nos dio la bienvenida, habló del pueblo, de honores municipales y nos invitó a una comida.
Supongo que aceptamos, más por no desairar su entusiasmo.
Entramos a un patio empedrado, con una fuente gigantesca y varios andamios improvisados para evitar su caída. Remodelación, se nos mencionó.
A lo largo del patio, nos asomamos a varios cuartos, cada uno con su propia historia y secretos. Camastros olvidados, sillones rojos con dragones en los reclinatorios.
Se escucharon caballos y el cantar de un gallo monstruoso. Si es que eso fuera uno.
Entramos al comedor
Amplias mesas de madera negra, tratada.
Del mismo ébano, cristaleros empotrados en lo que parecían ser troncos de arboles secos que se levantaban hasta el techo abovedado.
Y un perchero por cada dos sillas.
El hombre del sombrero desaparecio dejandonos en compañia de la servidumbre
varias bandejas cubiertas y los manteles largos.
Hambre no tenía realmente, estaba absorto viendo la estancia.
A lo largo de las paredes, una serie de oleos enmarcados, retratando diversos rostros de niños ciñiendo coronas. De todos tipos, pequeños reyes pecosos, morenos con turbantes y esmeraldas, pálidas reinas de pelo negro con miradas hermosas y serias.
Empezamos a notar, que ninguno de ellos reía.
Por que los niños rien. De alguna manera, en ese momento eso no encajaba.
Reconocí un rostro.
Una niña reina de ojos azules feroces, una pequeña boca y cabellos ondulantes. Su corona era un zarzal de espinas oscuras con una rosa negra en el centro.
Meti la mano al bolso y saque aquel libro
Lo abri y con horror note.
Ahí, en pequeño estaba la misma carita, que abria la boca armada con colmillos. Había estando intentando roer las pastas por dentro, para salir y asomarse. Quizas darme una buena dentellada en las manos.
-Suelta eso, te dije. No te hace bien- mencionaste con cierta adevertencia.
Pero aun así no lo hice.
Sin embargo, debíamos salir.
Uno de los perecheros de ébano se movio. Con crujidos la madera camino pesadamente. Notamos que no era un mueble, sino un anciano delgado. Sus facciones demacradas estanban esculpidas con mucho detalle. Murmuraba cosas y estiro los brazos rigidos y casi esqueleticos para atraparnos.
Lo evadimos
Pero la vajilla de los cristaleros tintineo y al abrirse las puertas, de dentro más ancianos negros salieron, con pasos pesados y lentos. Pero eran demasiados. Los dedos se estiraban esculpidos y ferreos. Parecían momificados en madera.
Un hacha sería útil.
Corrimos y salimos de nuevo al patio. Pero ahora había todo un laberinto de pasillos.
Hicimos caso de algunos señalamientos de herrajes, con agelitos que se burlaban de los perdidos.
Pero sólo llegabamos a topar con muros de cantera y arcos tapiados con rocas.
No sabíamos si nos perseguían o no.
Sólo corriamos.
Pasamos por un corredor y vimos un cuarto con santas en ataudes de cristal, en otro una charola llena de corazones secos y espinas, uno más donde sobre una tarima, dos jovenes se disponían a luchar con cucharas gigantes y dentadas. En la esquina para doblar, donde una mano de hierro señalaba al este, escuchamos un aullido de dolor.
Ahi ante un muro ensangrentado, vimos que aquello que cantó previamente, no era un gallo. Sino un basilisco con cresta, que devoraba salvajemente a un perro.
Pero pasandolos, estaba finalmente la salida, los cerros en la lejanía y la vía de un tren. Pasamos cuidadosamente, conteniendo la respiración. Pero el basilisco estaban tan ocupado hundiendo su pico dentando en la carne, que ni se inmuto.
Corrimos y sentí como la pequeña reina aun roía el libro desgastado en mi bolsillo.
No la deje atras
no lo se.
quizas lo comprenderé después
Casí sin aliento llegamos a la vía y alcazamos al maquinista que estaba a punto de partir. Compramos los boletos ahí mismo.
Ya por la ventana, veíamos el pueblo alejarse y las coordilleras grises en la lejanía. El cielo azul con algunas nubes flotando
y valles que se confunden con el horizonte.
La lluvia nos encontró de nuevo
ante el cristal empañado saque el libro y abri las pastas
Mi pequeña reina estaba mirandome, murmuraba cosas y sonreía sugestiva. Esperaba quizas que pegara mi oido para escucharle. Pero seguramente me mordería la oreja.
-Debiste dejar eso allá. Insisto que un día te devorara vivo- dijiste con seriedad
No respondí, cerré el libro y te mire.
-Vaya cosas, ¿seguramente tendremos mucho para dibujar no?-
-No, todo esto se ira y lo sabes-
-¿Si?- y recorde entonces, que posiblemente, en unos momentos más
despertaría y olvidaría todo.
Pero desperte, no olvide y escribí.
No tengo el libro, pero se donde lo guarde.
Antes de despertar, te lo di.
Cuando me duerma hoy, soñando ire a buscarte. ¿Me pregunto si lo conservas?
Finis Africae
JP
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